domingo, 31 de enero de 2010

El problema de la inmigración


La desinformación, las crisis económicas, la manipulación de los medios y la intolerancia son factores que contribuyen a crear una visión negativa de los migrantes. Lamentablemente esta situación es generalizada, no solo en Europa sino también en muchos países de Latinoamérica. Recientemente en España volvió a surgir la polémica con la iniciativa de prohibir a los “sin papeles” o “ilegales” a registrarse en los Padrones del Ayuntamiento (Municipalidades). Es que el empadronamiento es, en teoría, el único requisito para gozar de asistencia sanitaria pública. En Argentina también existe el pensamiento de que los inmigrantes, generalmente bolivianos, peruanos o paraguayos, van al país a aprovecharse del sistema de salud o de la educación pública. Con ello “se priva a los ciudadanos nacionales de gozar de esos beneficios”.

Esta línea de pensamiento es apoyada por sectores académicos y políticos que consideran que la inmigración es un serio problema, que debe ser solucionado aplicando medidas de máximo rigor. En periodos de crisis económicas, los sectores conservadores adquieren mayor popularidad y se recurren a discursos claramente intolerantes y racistas para culpar a los más débiles de las propias ineptitudes. Todavía es difícil comprender como un inmigrante o unos muchos pueden desestabilizar de tal modo la política española.

En el sector universitario también existe esta tendencia, recientemente en una conferencia sobre “inmigración y xenofobia” el exponente sostenía que mientras mas estrictas eran las leyes de inmigración mejor integrados se encontraban los extranjeros. Para medir el grado de integración se utilizaban indicadores como: el nivel de desempleo, la dependencia al estado, la segregación, la cantidad de presos inmigrantes que existían (!!!). Es que existe una clara tendencia a criminalizar la inmigración, a crear el imaginario que son los “otros”, los de afuera, los responsables de la inseguridad, del desempleo, de la fata de recursos del Estado.

A pesar del impresionante grado de desarrollo que se ha logrado en las últimas décadas, los seres humanos todavía no podemos aceptar las diferencias. Es el temor a lo diferente, al otro como distinto, que lleva a tejer una serie de prejuicios infundados. En base a esa intolerancia se crean muros, bloqueos económicos, se establecen alianzas y se hacen guerras. Nuestra mayor responsabilidad, como jóvenes, es desterrar esos mitos, es crear puentes de unión, saber aceptar las diferencias y buscar los puntos de encuentro.

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