martes, 8 de junio de 2010

Debate gay

Agradezco los comentarios disparatados de Facebook porque me inspiran y obligan a hacer entradas en mi blog. En Argentina actualmente se debate la implementación del matrimonio entre personas del mismo sexo y la posibilidad de las parejas de adoptar.
Es increíble que en pleno siglo XXI sigamos discutiendo estos asuntos y que el poder de las religiones siga manejando la política legislativa de un Estado. Si bien soy bastante critica con la política europea, en este aspecto, en el reconocimiento de las libertades sexuales la mayoría de los estados europeos son respetuosos con las mismas, aspecto que lamentablemente en Latinoamérica nos falta desarrollar.
Todavía nos vemos obligados a escuchar comentarios de personas formadas que consideran que la homosexualidad es una enfermedad, que es algo contrario a lo natural y que incluso se puede solucionar con “el adecuado tratamiento medico” (!!!). Aún me cuesta entender cual es el eje de la discusión en Argentina, pero pareciera ser que la oposición radica en que se le otorgue a parejas del mismo sexo la posibilidad de adoptar y que se use el término “matrimonio” para las uniones homosexuales.
En la actualidad el Código Civil argentino no prevé ninguna de las posibilidades por lo que es necesaria una reforma legislativa. Aquel compendio legislativo creado en 1869 que consideraba a la mujer incapaz para numerosos actos de la vida cotidiana y sometida al poder del marido, tampoco preveía la posibilidad de uniones homosexuales. Pero por suerte las reformas fueron modificándolo y adaptándolo a la realidad de la sociedad.
Podríamos instaurar un debate filosófico y preguntarnos cual es el rol del derecho, cual es su fin último, su razón de ser. La respuesta conservadora, contraria al matrimonio gay, siempre o casi siempre alineada a las religiones católicas, evangélicas y derivados, sería que el derecho no puede avalar esa situación porque es contraria a “lo natural” o “a la moral y buenas costumbres” (parafraseando a la legislación argentina). Me parece que el uso del calificativo “natural”, utilizado con frecuencia en estas situaciones, es sumamente peligroso y hasta autoritario. Porque… ¿quien es el autorizado para decir que es lo natural? ¿O cuales son los parámetros que nos permiten calificar algo de natural o no?
Para responder mi primera pregunta una persona creyente contestaría que es Dios (en referencia al dios de cualquier religión), pero sabemos que Dios no habla directamente si no que lo hace a través de sus representantes (como en la democracia). Entonces nuevamente los hombres, inspirados divinamente, serían los capacitados y legitimizados para determinar que es natural o antinatural. Hecho sumamente preocupante y aterrador si tenemos en cuenta los comportamientos y acciones que se desarrollaron durante la historia en “nombre de las religiones”.
También podríamos responder que lo natural viene dado por la constitución fisiológica, por la forma de nuestros cuerpos. Esto es cuestionable porque nosotros no solo somos cuerpo y no nos conservamos para nada en estado natural. Desde el instante que nacemos nos encontramos envueltos en una construcción social, que nos modela y nos forma. Por ejemplo, el modelo de mujer proyectado socialmente es el paradigma de antinatural!! ¿Cuan natural es pasar por un proceso de depilación?
Por otra parte se podría asimilar lo natural con lo “normal”. Pero aquí el argu-mento contra la homosexualidad también caería por su propio peso. Las practicas homosexuales están arraigadas históricamente, esto lo conocemos de memoria.
Esto me lleva a pensar que el argumento de “lo natural” es infundado y también peligroso. Porque los que se apoderan de ese discurso, consideran que defienden un valor trascendental, capaz de legitimizar cualquier acción y comportamiento. En aras de defender esa creencia de verdad nos encontraríamos justificados para imponernos y anular lo que consideramos no natural por lo tanto no verdadero.
Pero, aun considerando que las uniones entre personas del mismo sexo sean antinaturales, por eso ¿el Estado puede o debe negarles el ejercicio de un derecho? ¿Bajo este argumento se puede negar la posibilidad de unión y que la misma produzca efectos jurídicos? Podríamos hacer un paralelismo con otras situaciones, por ejemplo no es “natural” que las personas tengan sida y es por eso que el estado ¿no va a contemplar esa situación y va a brindar la debida protección sanitaria a sus ciudadanos?
Otro comentario habitual es “no estoy en contra de los gays pero no se pueden casar ni adoptar”, entonces no entiendo que significa “no estar en contra” si YO no le permito ejercer derechos igual que los míos. La pregunta sería ¿de que no estas en contra? ¿De que existan? ¿De que puedan manifestar su orientación sexual libremente?
Pero es que en el fondo también es homofóbico, porque esa manifestación se queda limitada a la aceptación de su existencia y expresión de sus gustos sexuales pero sin el reconocimiento de sus legítimos derechos por el mero hecho de ser personas. Es igualmente discriminatorio “aceptar” su existencia pero sin permitir que de la misma puedan producirse una serie de efectos. Creo que a la comunidad gay no le importa que uno “no este en contra”, lo que realmente interesa es que puedan ejercer todos los actos que una persona heterosexual se ve posibilitada a realizar sin mayores complicaciones.
De todas formas, es sumamente positivo que este debate se implante en la sociedad y que en la actualidad la sociedad argentina hable sobre estas cuestiones. Porque históricamente fueron tabúes como lo siguen siendo en muchas sociedades latinoamericanas donde la represión social sigue siendo muy fuerte. Creo que los argentinos, a demás de “humildes y carismáticos”, somos una sociedad abierta y respetuosa de las libertades y confío en que la ley será aprobada a pesar de los intentos retrogradas y autoritarios.

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